domingo, 6 de diciembre de 2015

ASESINATO DEL GENERAL PRIM EN LA CALLE DEL TURCO (Madrid)



Hoy es el aniversario del nacimiento del General Juan PRIM y Prats, nacido en Reus (Cataluña) asesinado en Madrid  en la calle del Turco.

ATENTADO Y MUERTE

El general Prim murió el 30 de diciembre de 1870 a causa de las heridas infectadas que le causó un atentado que sufrió tres días antes. En 2012 la Comisión Prim de Investigación, formada por expertos de la Universidad Camilo José Cela, estudió el cuerpo embalsamado y dictaminó que los surcos y marcas en el cuello de la víctima eran "compatibles" con un posible estrangulamiento a lazo.[29] Posteriormente, esta universidad se desvinculó del proyecto, por su carácter conflictivo, ya que se firmó un acuerdo de confidencialidad con las fotos del cuerpo que terminaron saliendo a la luz. Una segunda autopsia de la momia de Prim —llevada a cabo por la Universidad Complutense de Madrid— dictaminó en diciembre de 2013 que los surcos del cuello —que aparecen igualmente en los gemelos— fueron causados por la presión de las ropas, descartando el estrangulamiento.[30] [31] No obstante, dicho estudio fue criticado por el periodista Francisco Pérez Abellán por su falta de rigor y de pruebas documentales que defendieran dicha tesis, contraria a la de la Universidad Camilo José Cela

Salida del Parlamento


Prim, presidente del gobierno, en 1869.
El 27 de diciembre de 1870 todo estaba preparado en España para la inminente llegada de Amadeo I. En el Parlamento, el general Juan Prim y Prats, de 56 años, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, capitán general de los Ejércitos, marqués de los Castillejos y conde de Reus, acababa de conseguir la aprobación de las últimas propuestas relacionadas con la Casa Real. Tan sólo le quedaba por hacer en el palacio de las Cortes, y tenía que preparar el viaje a Cartagena, al día siguiente, para recibir al monarca.
Eran alrededor de las 19:30 y caía una espesa nevada. El general se despidió con cortesía de diputados y ministros, cruzó unas tensas palabras con el líder de los republicanos y se dirigió a su coche, una berlina verde de cuatro ruedas tirada por dos caballos que le aguardaba en la puerta del Congreso, con los cristales cerrados para proteger el interior del frío y la tormenta de nieve. El cochero puso en marcha el vehículo en cuanto subieron el general y sus acompañantes, el coronel Moya, que se sentó en la delantera, y su ayudante personal, Nandín, que se acomodó a su lado, en el asiento trasero.
La berlina emprendió la ruta habitual, por la calle del Turco (hoy Marqués de Cubas), hacia el Ministerio de la Guerra (Palacio de Buenavista), donde estaba la residencia presidencial.

El atentado


Atentado contra la vida del general Juan Prim en la calle del Turco, la noche del 27 de diciembre de 1870.
Al llegar a la calle del Turco, el cochero observó que había dos carruajes de caballos atravesados en el angosto camino. Tuvo que detener la berlina en medio de la densa nevada. Un segundo después el coronel Moya se asomó a la portezuela para tratar de arreglar la situación y contempló con alarma cómo tres individuos vestidos con blusas, sin duda alertados de la llegada de Prim, se dirigían hacia el coche armados con lo que le parecieron carabinas o retacos, aunque uno de ellos llevaba con seguridad una pistola. No tuvo tiempo nada más que para decir: «Bájese usted, mi general, que nos hacen fuego».
Sus palabras quedaron interrumpidas por el ruido de las detonaciones, al menos tres por el lado izquierdo y otras dos por el derecho. Los cristales se quebraron y uno de los asesinos consiguió meter en el interior de la berlina el cañón del arma que portaba; tan cerca del general Prim que la cara de éste quedó tatuada por los granos de pólvora. Su ayudante, Nandín, en un movimiento desesperado, trató de protegerlo interponiendo su brazo. Las balas le destrozaron la mano, y quedaron esparcidos esquirlas y pedazos de carne abrasada.

Atentando contra Prim, en La Ilustración de Madrid.
La agresión duró solo unos segundos, apenas los mismos que el cochero tardó en reaccionar, golpeando con su látigo casi por igual a los agresores y a los caballos hasta romper el cerco y huir hacia la calle Alcalá.
Se dirigieron a toda prisa hacia el Ministerio de la Guerra. Al llegar a palacio los dos heridos descendieron de la berlina, ayudados por Moya y el cochero. El general subió por su propio pie la escalerilla del ministerio, apoyándose en la barandilla con la mano afectada y dejando en el suelo un reguero de sangre. Al encontrarse con su esposa forzó un gesto tranquilizador para decirle que sus heridas no revestían gravedad.
Cuando llegaron los médicos apreciaron rápidamente los destrozos en los dedos de la mano derecha, de tal envergadura que fue preciso amputar de inmediato la primera falange del anular, quedando en peligro de amputación el índice. Aunque lo más preocupante era el «trabucazo» que el general presentaba en el hombro izquierdo. Le había sepultado al menos ocho balas en la carne. Los cuidados médicos se prolongaron hasta la madrugada. A las dos de la mañana se le habían extraído siete balas.
Nandín, el ayudante, fue trasladado a la casa de socorro más cercana, donde se le diagnosticó que perdería el movimiento de la mano, que le quedaría seca e inservible, pero que quizá —le dijeron— no tendrían que amputársela. Entre tanto, las noticias difundidas mentían sobre la gravedad de las lesiones: se quería que fuesen tranquilizadoras, en un momento en que era preciso mantener la calma en el país. Aun cuando las heridas no eran demasiado graves, el hecho que se infectaran le provocó la muerte tres días después. El motivo de la infección fue la introducción en su pecho de retazos del abrigo de piel de oso que llevaba por el frío y que provocaron una sepsis También existe la versión de que murió al ser estrangulado  descartada posteriormente por nuevas investigaciones.

La autoría


Amadeo I frente al féretro del general Prim. Obra de Antonio Gisbert, 1870.
Algunos indicios señalan al duque de Montpensier y al regente general Francisco Serrano como instigadores y al republicano José Paúl y Angulo como ejecutor con otros nueve hombres. El estudio del abogado reusense Antonio Pedrol Rius aclaró en 1960 el misterio de su asesinato en cuanto a autores materiales (Paúl y Angulo y otros republicanos), pero que en cuanto a los instigadores nada podría demostrarse sin duda razonable, pues los indicios sobre Montpensier y Serrano se basaban en que los asesinos fueron reclutados por sus hombres de confianza. Gracias al promotor fiscal, Joaquín Vellando, así como a las declaraciones de Solís y Eustaquio Pérez, se localizan dos dictámenes: el primero, en el que se estima, el 9 de septiembre de 1871, «que aparecía en primer término la responsabilidad del Excmo. duque de Montpensier, contra quien debe dirigirse el procedimiento como principal autor del complot que tuvo por objeto el asesinato del Excmo. Sr. D. Juan Prim». En el segundo, el 12 de junio de 1872, solicita, además, «prisión del Excmo. Sr. duque de Montpensier» Si Prim aceptó dinero del Duque para preparar su pronunciamiento, que apoyara la coronación del duque de Aosta, hijo del rey de Italia, debió hacer que lo considerara como un traidor y es posible que él o su secretario, el muy católico e hispanista Antoine de Latour, haya sido uno de los instigadores del asesinato
En una obra reciente, el historiador Josep Fontana afirma que sigue siendo un misterio quiénes fueron los autores. Se culpó de inmediato al diputado republicano federal y rico comerciante de vinos de Jerez José Paúl y Angulo, porque esa misma tarde en la sesión de las Cortes tras un duro debate le había despedido diciendo «Mi general, a cada cerdo le llega su san Martín», y también porque se dijo que su voz la había oído Prim durante el atentado. Años más tarde Paúl y Angulo acusaría al general Serrano y al duque de Montpensier, hipótesis que no está descartada. En el caso del general Serrano porque el jefe de su escolta resultó implicado en el crimen y porque cuando presidió el primer gobierno de la Monarquía de Amadeo I al mes siguiente no puso mucho empeño en investigar el crimen –la viuda de Prim parece que creyó en su culpabilidad, especialmente cuando oyó las palabras del propio Prim que dijo: «No lo sé; pero no me matan los republicanos»–. En cuanto al duque de Montpensier, este culpaba a Prim de no haber conseguido la Corona y «ya había organizado algunos intentos anteriores de atentado contra él, que se frustraron por delaciones». También existe la posibilidad de que detrás del atentado estuvieran los hombres de negocios con intereses en Cuba, que temían los cambios que podía introducir Prim en la política colonial. De hecho en Cuba se daba por seguro que «el gatillo se apretó desde La Habana»

Sepultura, exhumación y autopsia


Entierro de Juan Prim, en La Ilustración de Madrid.
Sepultado en un primer momento en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid, sus restos mortales fueron trasladados a su localidad natal, Reus, en 1971.
En el año 2012, se realizó una exhumación del cadáver de Juan Prim, que se encuentra momificado. Las conclusiones del análisis del cadáver han sido diversas y contrapuestas, apuntándose incluso a un estrangulamiento como causa de la muerte; otros estudios niegan esta posibilidad.

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