sábado, 26 de septiembre de 2015

MANOLOS, MAJOS, Y CHISPEROS


MANOLOS, MAJOS, CHULAPOS, Y CHISPEROS
Existió por algún tiempo cierta rivalidad entre manolos y manolas, nombres asignados a los habitantes del barrio de Lavapiés (lo que tendría su origen en la profusión del nombre Manuel, con el que se dice que se bautizaron muchos judeoconversos, aunque en otras fuentes se asocia esta costumbre con los moriscos), y los chulapos y chulapas, nombres asignados a los del barrio de Malasaña o de Maravillas, también llamados majos.[Hoy en día se suelen emplear estos términos indistintamente (no así el de majo o maja, que se reserva al traje goyesco) para referirse a la gente vestida con el atuendo "tradicional" madrileño, fijado por las zarzuelas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX (por ejemplo en La verbena de la Paloma):
...chaquetilla o chaleco con clavel en la solapa, pantalones oscuros y ajustados, gorra negra a cuadros, botines y pañuelo blanco al cuello y ellas con pañuelo a la cabeza con clavel rojo o blanco, blusa blanca y ajustada con falda de lunares o vestido típico de lunares hasta los pies y mantón de Manila.
Los chulapos eran también conocidos como «chisperos», porque su barrio era donde se concentraba un gran número de herrerías, y muchos de sus mozos eran herreros.Los herreros eran denominados chisperos por las chispas con las que entraban en contacto como consecuencia de su oficio en la fragua. También se denomina chispero al encendedor o mechero, particularmente al antiguo, que consistía en obtener chispa de una piedra o pedernal para inflamar yesca o una mecha de cuerda. También existe un cohete chispero.

MANOLOS

Manolo es una derivación coloquial del nombre Manuel, y desde finales del siglo XVIII, por un famoso sainete de Ramón de la Cruz (1769), se utiliza como sinónimo de guapovaliente o chulo, los rasgos con los que se identificaba a las clases populares madrileñas, de un modo equivalente al concepto de majo (para las mujeres, manola y maja) y en relación con los de chulapo y chispero.

También se utiliza la expresión majismo para designar la afición casticista de la aristocracia por el vestuario y las costumbres propias de manolos y majos de ambos sexos, incluyendo la música, bailes y diversiones populares (fandangotauromaquia, etc.); en oposición a la moda francesa (representada por su contrafigura: el petimetre—joven de clase alta, amanerado y ocioso—) e incluso a los valores de la ilustración.

CHISPEROS
Chispero, en la jerga madrileña popular se refería a un determinado tipo castizo de los barrios periféricos y más en concreto del Barrio de Maravillas.Dependiendo del contexto, puede ser sinónimo de herrerochulapo, ladrón, guapo, valiente.A lo largo del siglo XIX y parte del siglo XX, el amplio grupo social de los majos goyescos, se ha perfilado un poco según capricho de la tradición popular y de escritores y cronistas en tres grupos tan pronto diferenciados como mezclados: los manolos, los "chulapos" y los chisperos. Quizá el mejor retrato lo consiga una vez más el genio de Galdós que los define como un conjunto en este pasaje del tercer libro de los Episodios Nacionales, donde se relata el recibimiento del pueblo madrileño al rey Fernando VII de España, primero "Deseado" y luego "rey Felón".
      
Relieve en bronce del monumento a los chisperos y saineteros de la calle Luchana, obra de Lorenzo Coullaut Valera. Representa una escena del sainete La canción de la Lola (1880), chulapa, chispera y manola de Lavapiés, inmortalizada por la pluma de Ricardo de la Vega y con música de Federico Chueca y Joaquín Valverde.
El abigarrado gentío que poblaba las calles se componía de todas las clases de la sociedad, abundando principalmente la manolería y chispería, hombres y mujeres, viejos y muchachos. Los ancianos inválidos y gotosos habían dejado el lecho, y sostenidos por sus nietos abríanse paso. Las viejas santurronas que durante tantos años olvidaran todo camino que no fuera el de sus casas a la cercana iglesia, acudían también llevadas de la devoción al nuevo Rey, y felicitándose unas a otras aturdían a los demás con el cotorreo de sus bocas sin dientes. Los niños no habían asistido a la escuela, ni los jornaleros al trabajo, ni los frailes al coro, ni los empleados a la covachuela, ni los mendigos a las puertas de las iglesias, ni las cigarreras a la fábrica, ni los profesores de las Vistillas dieron clase, ni hubo tertulia en las boticas, ni meriendas en la pradera del Corregidor, ni jaleo en el Rastro, ni colisión de carreteros en la calle de Toledo...


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