lunes, 19 de octubre de 2015

MADRILEÑOS ILUSTRES ( Francisco de Quevedo)



Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid14 de septiembre de 1580 Villanueva de los InfantesCiudad Real8 de septiembre de 1645), conocido como Francisco de Quevedo, fue un escritor español del Siglo de Oro. Se trata de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española y es especialmente conocido por su obra poética, aunque también escribió obras narrativas y obras dramáticas.

Ostentó los títulos de señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago (su ingreso se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617).

Quevedo nació en Madrid en el seno de una familia de hidalgos provenientes de la aldea de Vejorís (Santiurde de Toranzo), en las montañas de Cantabria.Fue bautizado en la parroquia de San Ginés el 26 de septiembre de 1580. Nació cojo, con ambos pies deformes y una severa miopía; quizá por ello pasó una infancia solitaria y triste (origen del "desgarrón afectivo" del que habló a su respecto el crítico Dámaso Alonso) en la Villa y Corte, rodeado de nobles y potentados, ya que sus padres desempeñaban altos cargos en Palacio, soportando las pullas de otros niños y entregándose compulsivamente a la lectura. Su madre, María de Santibáñez, era dama de la reina, y su padre, Pedro Gómez de Quevedo, era el secretario de la hermana del rey Felipe IIMaría de Austria. Pero Quevedo tuvo que superar muy pronto otra amargura, quedarse huérfano de padre a los seis años, de forma que le nombraron por tutor a un pariente lejano, Agustín de Villanueva; en 1591, además, cuando contaba once años, falleció su hermano Pedro.

De precoz inteligencia, lo llevaron al Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, en lo que hoy es el Instituto de San Isidro de Madrid,y después estudió Teología en Alcalá sin llegar a ordenarse, así como lenguas antiguas y modernas. Es lugar común que durante la estancia de la Corte en Valladolid circularon los primeros poemas de Quevedo que imitaban o parodiaban los de Luis de Góngora bajo seudónimo (Miguel de Musa) o no, y el poeta cordobés detectó con rapidez al joven que minaba su reputación y ganaba fama a su costa, de forma que decidió atacarlo con una serie de poemas; Quevedo le contestó y ese fue el comienzo de una enemistad que no terminó hasta la muerte del cisne cordobés, quien dejó en estos versos constancia de la deuda que Quevedo le tenía contraída.

Francisco de Quevedo retratado después de ingresar en la Orden de Santiago en 1618 por Francisco Pacheco en su Libro de descripción de verdaderos retratos, ilustres y memorables varones.

Musa que sopla y no inspira

y sabe que es lo traidor
poner los dedos mejor
en mi bolsa que en su lira,

no es de Apolo, que es mentira.

No obstante, voces suficientemente autorizadas como las de Antonio Carreira o Amelia de Paz dudan de que dicha enemistad durase demasiado y sostienen que esas controversias eran ejercicios habituales en la poesía barroca; Góngora nunca nombra a Quevedo y las atribuciones de las sátiras de uno y otro son bastante dudosas; a la muerte de Góngora Quevedo era un escritor casi inédito (pese a lo cual circulaban muchas copias manuscritas) y tal enemistad nunca pudo prolongarse demasiado tiempo más allá del desacuerdo entre el estilo conceptista que asumía Quevedo y el culterano que difundía Góngora, verdadera fuente de la mayor parte de estas sátiras,cuya pieza más representativa, la Aguja de navegar cultos, con la receta para hacer Soledades en un día(1625), apenas se entretiene en ataques personales.


Algunos de los pseudonimos con los que firma alguna de sus obras son Celauro o Miguel de Musa.

Cuando viajaba  siempre llevaba consigo unos 100 libros de lectura.

Este hombre de letras por lo visto era un consumado espadachín. De hecho, en enero de 1607 tuvo un incidente en la Calle Mayor cuando se enfrenta con la espada a un capitán apellidado Rodríguez y le inserta una estocada en el brazo derecho. Curiosamente, después de este enfrentamiento ambos terminarían siendo amigos.

Más grave fue el altercado que mantuvo con un hombre en defensa de una dama ya que le terminó dando muerte en la Plaza de San Martin, el jueves santo de 1611. Una placa lo recuerda 


Resultó desterrado de Madrid varias veces.

Se mudó de vivienda en numerosas ocasiones, esto hizo que habitase lugares como la Calle del Niño (actual Calle Quevedo), donde adquirió una casa por 40.000 reales, la Calle Jardines o la Calle San Miguel. Además fue propietario de una vivienda de la Calle Madera.

Cuando regresaba a casa después de una noche de parranda tenía la costumbre de pasar por la Calle del Codo y orinar en ella.

Fue un reconocido misógino y xenófobo.

Su enemigo más conocido fue el también escritor Luis de Góngora. Ambos se cruzaban dardos y palabras a través de sus escritos. De hecho, se dice que Francisco Quevedo adquirió la casa donde Góngora estaba alquilado con la única finalidad y propósito de dejarlo en la calle, una vivienda que el propio Góngora definió como “Una casa del tamaño de un dedal y, en el precio, de plata”.

Quevedo hablaba perfectamente latín, griego y hebreo y algo de italiano, francés y árabe

Quevedo era un gran fumador  y un apasionado de la caza.

Otras “aficiones” que muchos de sus enemigos no dudaron en proclamar a los cuatro vientos fueron la bebida y los prostíbulos, lugares que por lo visto el bueno de Quevedo visitaba con notable frecuencia.

Su ingenio no descansaba en ningún momento, de hecho fabricó varios artilugios para seguir leyendo mientras comía y también para poder trabajar y leer cuando permanecía en la cama.

Pero Quevedo no sólo fabricaba este tipo de inventos, también creaba sus propios potingues y remedios caseros para la salud.

Estuvo encarcelado en el  Convento de San Marcos, en León, durante 3 años y 8 meses. Además lo tenían encerrado bajo tres llaves y cada una la tenía una la custodiaba una persona diferente. Esto se hizo así para que nadie estuviese tentado de liberarle.

Al morir contaba con una magnífica biblioteca personal de más de 5.000 volúmenes.

Siempre portaba sus característicos anteojos, un elemento tan unido a su persona que la propia RAE terminó por aceptar la palabra “Quevedos” para referirse a “Lentes de forma circular con armadura a propósito para que se sujete en la nariz“.

Algunos de sus restos descansan en Villanueva de los Infantes, no así su cráneo el cuál se encuentra desaparecido.

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