
El 27 de octubre de 1807, Carlos IV y Napoleón firman el tratado de Fontainebleau, por el que se permitía el paso de tropas francesas por territorio español para unirse a tropas españolas e invadir Portugal, país que se había negado a acatar la orden de bloqueo internacional contra Inglaterra. En febrero de 1808, Napoleón, con la excusa de que el bloqueo contra Inglaterra no se respeta en los puertos portugueses, envía un poderoso ejército al mando de su cuñado, el general Murat. Al margen del tratado, tropas francesas entraron por Cataluña, ocupando las plazas que encontraban a su paso. De esta forma, a lo largo de febrero y marzo de 1808, ciudades como Barcelona y Pamplonaquedaron bajo dominio francés.
Mientras todo esto ocurría, tiene lugar el Motín de Aranjuez(17 de marzo de 1808), por el que el príncipe heredero, Fernando VII, aparta a su padre del trono y ocupa su puesto. Sin embargo, cuando Fernando VII regresa a Madrid, la ciudad se encuentra ocupada ya por Murat, por lo que tanto el rey como su padre se encuentran virtualmente prisioneros del ejército francés. Napoleón, aprovechando la debilidad de los Borbones españoles, obliga a ambos, primero al padre y luego al hijo, a reunirse con él en Bayona, donde llega Fernando VII el 20 de abril.
Ante la ausencia de los reyes, la situación se va haciendo más y más tensa en la capital. El 2 de mayo, la multitud comenzó a concentrarse ante el Palacio Real. El gentío vio como los soldados franceses sacaban del palacio a los integrantes de la familia real que aún se encontraban en el palacio. Al ver forcejear al infante Francisco de Paula con su captor, la multitud se lanzó al asalto de las carrozas al grito de ¡Que nos lo llevan!. Los soldados franceses dispararon contra el gentío. La lucha duraría horas y se extendería por todo Madrid. Mientras tanto, los militares españoles, víctimas de la confusión institucional reinante, seguían acuartelados y pasivos. Sólo el parque de Artillería sito en el Palacio de Monteleón se alza finalmente en armas contra los franceses, dirigido por los capitantes Luis Daoíz y Torres y Pedro Velarde Santillán. Tras repeler una primera ofensiva francesa al mando del general Lefranc, los dos mueren luchando heroicamente ante los refuerzos enviados por Murat. Poco a poco, los focos de resistencia van cayendo. Cientos de españoles, hombres y mujeres, y de soldados franceses murieron en esta refriega. El lienzo de Goya La Carga de los Mamelucos refleja las luchas callejeras que tuvieron lugar ese día.
La represión es cruel. En el Salón del Prado y en los campos de La Moncloa se fusila a centenares de patriotas atendiendo al bando del Murat contra todo español que porte armas. Cuadros como El Tres de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, de Goya, reflejan la represión con que finalizó el levantamiento popular del Dos de Mayo.
Mientras tanto, en Bayona, Napoleón, tras mantener aislados a los miembros de la Familia Real, el 6 de mayo de 1808 consigue que, tras amenaza de muerte, Fernando VII devuelva la corona a su padre, el cual previamente ya la había cedido a Napoleón, quien a su vez la había otorgado a su hermano mayor, José Bonaparte, que se convierte en José I, rey de España. Son las Abdicaciones de Bayona. El 7 de julio es coronado y presta juramento a las cortes reunidas en Bayona, encaminándose a continuación hacia Madrid, adonde llega el día 20. Apenas diez días después abandona la ciudad, tras la derrota francesa en la batalla de Bailén. Sin embargo, tras la derrota española en la batalla de Somosierra (30 de noviembre de 1808), las tropas francesas entran de nuevo en Madrid.
José I Bonaparte (1808-1813) trata de aplicar un programa reformista, con ayuda de los llamados afrancesados. Como parte de dicho programa, ordena el derribo de conventos, iglesias y zonas congestionadas de Madrid para transformarlas en plazas y vías públicas, lo que le valdría ser apodado por el pueblo de Madrid como el Rey Plazuelas. Así es como surgen las plazas de Santa Ana, Cortes, Mostenses, San Martín o Ramales, ocupando los solares de conventos derribados. Sin embargo, el proyecto más ambicioso fue la creación de una gran plaza junto a la fachada oriental del Palacio Real, a costa del derribo de gran número de casas y de algún que otro edificio singular (Casa del Tesoro y Convento de San Gil). Es lo que ahora conocemos como Plaza de Oriente. José Bonaparte no verá, sin embargo, el fin de este proyecto, que continuarían en 1817 bajo el reinado de Fernando VII. La creación de los primeros cementerios en las afueras de la ciudad (acabando con los enterramientos en iglesias y conventos) también se debe a José Bonaparte (Cementerios Generales del Norte y del Sur).
La liberación de la ciudad se salda con la destrucción de valiosos recintos, como el Palacio del Buen Retiro. Del antiguo palacio sólo quedaron en pie el Salón de Reinos (actual Museo del Ejército) y el Salón de Baile (actual Casón del Buen Retiro).
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